—¿A quién le temes Navarra?
—Al hombre, él es el peor demonio que destruye todo lo que le rodea, lo que toca, solo por placer, vanidad y poder. Se ríe a escondidas de Dios, pero en su nombre cree ser su juez y jurado. Se llena la boca de su divina misericordia para llevar sus más viles y crueles objetivos, sin importar los resultados.
Pero recuerda Juanito, y esto va para ustedes dos: “Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón no temerá; aunque estalle una guerra contra mí, no perderé la confianza.” Es su palabra, es su promesa, es en lo que yo confío.
Capítulo 10
Causa de Fe
Francisco de Navarra, conocido también como Fray Francisco, es el protagonista, un personaje ficticio de la obra literaria «Preludio», del escritor argentino, Alfredo Musante. Nació el 18 de mayo de 1448 en el Reino de Navarra, España, en un momento turbulento de la historia. Su familia se muda al Condado de Durango, Vizcaya, en busca de seguridad y estabilidad, debido a los conflictos sucesorios que surgieron tras la muerte de la reina Blanca I, lo que desencadenó la conocida Guerra Civil de Navarra en 1451.
El 08 de noviembre de 1462, a los 14 años presenció la posesión de su padre, Diego Álvaro, por el demonio Asmodeo y el trágico asesinato de su madre, Constanza Molina León, quien se sacrificó para protegerlo. Fray Gregorio, un valiente exorcista, intentó en vano expulsarle pero no lo logro. Impulsado por el dolor y el odio, le enfrentó fracasando por no tener las condiciones que se requieren para tal acto. El príncipe del infierno, detectando un potencial inusual en su joven oponente, prometió regresar cuando fuera un digno rival.
Huérfano y sin familia que lo acogiera, encontró refugio en la orden religiosa como hermano lego, desempeñando tareas mundanas que admitían a los monjes dedicarse a la vida contemplativa.
El 10 de junio de 1466, cumpliendo sus labores es que conoció a Felicia, su primer amor, una joven de 16 años. El venerable fray Raimundo, determino que los votos que comúnmente se aplican en este estado, no se le imputaran al muchacho y dio su permiso para que siguiera la relación.
Durante dos años disfrutaron de un amor joven y puro, lleno de sueños y muchas ilusiones. Pero existían tres obstáculos en ese mundo, los fantasmas de la muerte de sus padres, el demonio que había juro volver algún día, y la familia de Felicia que la tenía prometida en matrimonio cuando cumpliera la mayoría de edad a un noble castellano ochentoso, Fadrique Enríquez, II Almirante de Castilla, II Señor de Medina de Rioseco y I Conde de Melgar y Rueda.
El pretendiente, viéndole como un rival, envió sicarios para atacarlo violentamente, advirtiéndole que su relación ponía en peligro la vida de Felicia y la reputación del monasterio. Para protegerla, renunció a su conexión amorosa y luego de una profunda etapa de discernimiento espiritual lo llevó a convertirse en novicio, el 29 de enero de 1468. Al hacer sus votos es rebautizado con en el nombre de fray Francisco.
El 07 de enero 1474, acompaña a sus mentores para participar de un exorcismo a la hija del gran Maestre Instructor, de la Hermandad de los Sin Nombre, Juan Carlos de Garonda. El 24 de octubre de 1477, a los veintinueve años, es ordenado sacerdote y se convirtió en un exorcista excepcional. Con el tiempo descubre que posee dones únicos que pocos clérigos tienen para ejercer este rol, se les conoce como «carismas exorcísticos» haciéndole inusual en su labor.
Bendecido con esta gracia particular, durante tres décadas es reconocido en todos los reinos de su época, como uno de los mejores exorcistas de su tiempo. Hasta que la noche del 25 de febrero de 1508, en las afueras de Munguía, un pequeño niño de nueve años, de nombre Juan de Garonda, pero que todos llaman «Juanito» va presuroso en su búsqueda para que ayude a su madre que está siendo poseída por su antiguo amo al que servía.
Durante el enfrentamiento, su mentor, fray Gregorio, pierde la vida asumiendo la responsabilidad del ritual. Ante sus facultades heroicas y virtudes excepcionales, es maldecido convirtiéndose en un «Devorador de Pecados», cuyo objetivo es que ponga en peligro su alma cada vez que engulla involuntariamente las faltas del penitente, pero al admitir ese anatema como suyo, el demonio arremete con una segunda abjuración, convirtiéndole en inmortal. Estas maldiciones no solo perjudican su estado de vida, sino la gracia sobrenatural angélica del infame que se las infirió.
Para proteger a sus amigos y ocultar su inmortalidad, se vio obligado a abandonar la vida monástica, llevando consigo un misterio revelado por María san Juan de Garonda, una ex hechicera que había servido a su enemigo. Este involucra la ubicación de poderosos objetos ancestrales necesarios para los siniestros planes del perverso del inframundo que le persigue.
Decidió recuperar con orgullo el apellido de su padre y es respaldado en sus enfrentamientos con los Triarius, humanos al servicio de las fuerzas del infierno, por la Hermandad de los Sin Nombre, una sociedad secreta.
Aventurado en el mundo del hombre junto a su aprendiz, Martín de Soria, y asumiendo la tutela del pequeño Juanito (hijo de su amiga, María que falleciera en la hoguera el 15 de noviembre de 1508). Navarra, lucha por comprender su nuevo estado de vida entre tanto escapa incansablemente de Lord Tomás Lambert, también conocido como Ichneumón, el demonio de la culpa.
A lo largo de los siglos, enfrenta desafíos innumerables viviendo experiencias asombrosas cruzándose con una variedad de personajes, algunos de los cuales lo ayudan a la vez que otros representan amenazas. Cada ciudad, pueblo o villa que visita esconde secretos y peligros, mientras la sombra de su antagonista lo persigue constantemente.
A pesar de presenciar la evolución de la humanidad en ciencia y tecnología, observa su involución moral. Sin embargo, nunca pierde la esperanza en la posibilidad de un cambio y sigue resistiendo en su eterna batalla contra el mal.
Alfredo Musante